Desde hace un tiempo he estado en una montaña rusa emocional, mental y física. No me he encontrado en mi mejor momento en ninguno de estos ámbitos y esto se ha visto reflejado en mi trabajo y proceso creativo y en mi presencia/ausencia en redes sociales. Muchas idas y venidas, muchos intentos de volver a crear pero sentir que no podía me llevaron a sentirme muy, muy perdida y sin motivación.

Ahora, un tiempo después desde que siento que se inició este proceso, creo que puedo decir que he vuelto a conectar conmigo, con mis ganas de crear y con mi artista interior. Esto no quiere decir que me resulte todo súper fácil, pero al menos comienzo a ver cómo puedo dar pequeños pasos hacia delante que me alejan de la oscuridad por la que he estado transitando.

Una de las cuestiones que me han mantenido alejada de todo y muy perdida ha sido la pregunta “para qué”. Cuando abrí la tienda de ilustración el año pasado y tras el primer mes no tenía ventas, esta pregunta no dejaba de rondarme la cabeza, pero no encontraba respuesta. Lo mismo me ocurría cada vez que compartía algo en instagram ya que veía que mis publicaciones no llegaban a la gente y que ésta tampoco interactuaba con ellos. Para qué seguir esforzándome. Para qué ilustrar. Para qué compartirme con el mundo… Esto en gran medida me llevó a un bloqueo creativo enorme. Cada vez que me sentaba a hacer algo relacionado con dibujar y mi proyecto de ilustración sentía como una piedra caía sobre mi cabeza y me inmovilizaba. Esta piedra no era otra más que la falta de sentido.

En mi cabeza los argumentos se sucedían de esta forma: si lo que creo no interesa a otros, no sirve, no es útil, no ayuda, entonces mis creaciones no tienen ningún sentido y sin sentido, ¿para qué seguir creando?

Como continuamente estaba mirando hacia fuera y no encontraba nada, me quedaba sumergida en la quietud y en la oscuridad. De esta forma he estado durante meses. Sin embargo, aunque una parte de la vida es reposo y quietud, otra parte es movimiento y cambio, y cuando te quedas atrapado e inmóvil durante más tiempo del necesario, ella te atraviesa con su movimiento y te empuja para que comiences a ponerte en marcha. A veces necesitamos muchos empujones para iniciar el movimiento, y creo que esto es lo que me ha sucedido a mí.

He necesitado estar tan cansada y harta de estar inmóvil, de sentirme perdida por no tener las respuestas que buscaba, de ver qué mi vida no avanzaba, que no podía disfrutar de nada de lo que hacía… para rendirme, sostener el vacío y escuchar las respuestas que habían en mi interior. Sólo de esta manera he llegado a las respuestas que necesitada y a su vez, éstas me han llevado a replantearme y cambiar el enfoque de lo que inicialmente me preguntaba y llevándome a comprender el verdadero sentido de ser artista.

Quizás con el tiempo cambie mi opinión respecto a este tema pero ahora mismo he llegado a la conclusión de que crear como artista nace más como un acto egoico que altruista, es decir, la creación artística surge inicialmente como una forma de autoexpresión, aunque después directa o indirectamente ello aporte valor, sea algún tipo de ayuda o cumpla una finalidad mundo.

Seguro que alguna vez has escuchado la expresión de “crear o hacer algo por amor al arte”. Y es que como artista creo que es totalmente así. Cuanto más fieles somos a nosotros mismos menos sentido se puede encontrar en nuestras creaciones, más allá del acto de crear como autoexpresión.

Tras reflexionar sobre artistas de distintas disciplinas a lo largo del tiempo, sinceramente creo que el artista crea por necesidad. Crea porque un impulso de expresarte brota a través de sí mismo, desde su corazón. Crea porque simplemente es lo que le nace hacer, porque es lo que siempre ha querido hacer o es lo que siempre ha hecho.

El artista no crea para agradar. Tampoco crea para ser comprendido, ni para que le valoren o reconozcan. El artista no busca ni espera una respuesta del otro porque no la necesita. Lo que se active en el otro es una mera consecuencia de la observación y experimentación de la obra y es totalmente independiente a ésta. El artista sólo quiere ser y poner su corazón, su alma y su visión en el mundo.

En estos tiempos que nos ha tocado vivir, donde reina la desconexión con nosotros mismos, con nuestro interior, con nuestras necesidades y deseos es fácil perderse en la búsqueda de sentido, porque continuamente nos bombardean con el mensaje (bajo mi parecer) erróneo: el sentido está fuera, en el mundo, en el otro, en lo que a otros le puedan aportar nuestras creaciones. Sin embargo, con ese tipo de pensamiento creo que sólo estamos cediendo nuestro poder a algo externo. Es decir, si para otros lo que creo tiene un valor o una finalidad, entonces mi proceso artístico tiene un sentido y por lo tanto puedo continuar haciéndolo, pero ¿y si no es así? ¿Y si mis creaciones no son acogidas por los otros? ¿Y si no son valoradas? ¿Y si para otros no tienen una finalidad? ¿Entonces significa que lo que hago no tiene sentido y debo dejar de hacerlo?

Seguro que has escuchado la historia de muchos artistas cuyo trabajo no llegó a ser nunca reconocido por la gran masa, o que fue valorado y aplaudido en épocas posteriores. Estoy segura que estos artistas sintieron el rechazo y el menosprecio hacia sus obras, y que se sintieron infravalorados y frustrados. Pero a pesar de que sus obras no fueran acogidas por el mundo, continuaron haciéndolas y, ¿por qué? Si al no ser acogido por los otros supuestamente lo que hacían carecía de sentido deberían de haber abandonado, ¿no?

Creo que no lo hicieron porque para ellos sí que tenía un sentido, un para qué muy importante y profundo: cubrir una necesidad, la necesidad de poder expresarse y sacar fuera de una forma un otra lo que llevaban dentro, y esto amigas mías es motivo más que suficiente para crear. Lo demás es un añadido.

Crear para inspirar, para educar, para entretener, para hacer que otros conecten con su interior, etc, son sentidos añadidos porque el principal es la autoexpresión, y cuando tenemos esto claro, cuando lo tenemos en mente comprendemos que no necesitamos el permiso de nada ni nadie para poder crear, no necesitamos que nada ni nadie sea nuestro norte para poder movernos, porque el auténtico norte está siempre dentro de nosotros.

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