Sin duda hay dos momentos que marcan con diferencia el año. Septiembre y enero. ¿Qué tienen en común ambos meses? Ambos son momentos de inicios. Septiembre es el comienzo del curso escolar y de la vuelta a la rutina para muchos tras las vacaciones de verano. Enero, bueno, poco hay que decir de enero, es el mes en el que comienza un nuevo año. Ambos meses son propicios para dar lugar a nuevos inicios, planes, rutinas y objetivos. Son momentos ideales para pararnos y reflexionar sobre nuestra vida: qué hemos conseguido hasta ahora en este año y qué nos gustaría lograr. Reflexionar sobre qué hábitos nos gustaría seguir manteniendo en nuestra rutina, cuáles nos gustaría cambiar y cuáles incorporar.
Son momentos para apagar el piloto automático, ver dónde nos encontramos, reflexionar sobre hacia dónde nos queremos dirigir, comprobar si nuestros hábitos nos están llevando hacia donde queremos o hacia otro lugar, y redirigirnos si es necesario.
En estos dos meses nos llenamos de ilusión y motivación pensando en esas metas a las que queremos llegar. Sin haber “sufrido” el esfuerzo que cualquier cambio y meta conlleva, solemos caer en el error de ponernos numerosos objetivos y cambios de hábitos. Todos a la vez. Sin planificación. Sin establecer un plan. Y qué pasa? Que tras unas semanas de intentarlo, finalmente desistimos y tiramos la toalla. Muchos se culpan de no poder o no ser capaces. Otros muchos creen que su meta es imposible o muy difícil. También está el grupo que cree que no tiene tiempo para llevar a cabo esos cambios o dar los pasos necesarios para acercarse a esos objetivos.
Que levante la mano quién se ha visto en los distintos escenarios que acabo de mencionar (yo desde luego sí, y muchas veces!).
Y, ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué si queremos tanto lograr una meta o establecer un nuevo hábito nos resulta tan difícilmente lograrlo? Aquí entran diferentes factores.
Nuestro cerebro trata de ser lo más eficiente posible
Con el mínimo esfuerzo el cerebro intenta actuar de forma rápida y eficaz, y esto lo logra mediante la rutina. Conforme repetimos algo, aprendemos, y este aprendizaje lleva a que se quede grabado en nuestra memoria creando fuertes conexiones neuronales, lo que nos permite actuar en automático gastando menos recursos.
Y, ¿qué sucede cuando intentamos salirnos de lo rutinario y conocido? Comenzamos a crear nuevas conexiones neuronales, una ardua tarea para nuestro cerebro que le lleva a consumir muchos recursos, y por tanto, a ser menos eficiente. Recordemos que nuestro cerebro por naturaleza es eficiente. Esto nos lleva de manera inconsciente a volver a viejos hábitos, rutinas e ideas. Aquí es donde tienen lugar las famosas excusas, los olvidos y el autosabotaje. Ambas como una forma de volver a las conexiones neuronales ya establecidas, es decir, lo conocido y rutinario, para poder actuar de nuevo con eficacia.
Nos lo ponemos difícil
Queremos pasar de 0 a 100 ipso facto y nos olvidamos que no se trata de intentar hacerlo lo antes posible, si no de lograr hacerlo. Esta es una carrera de fondo y lo más importante es aguantar y llegar a la meta, sin importar el tiempo que nos lleve. En nuestra mente lo vemos fácil, total, sólo es ponerse y simplemente hacerlo. Pero a la hora de accionar, la teoría se vuelve insuficiente. De nuevo, a nuestro cerebro le va a costar más de lo que imaginas adaptarse a un cambio. Ya con ese grado de dificultad de base, ¿por qué es necesario añadir más tensión queriendo hacerlo todo ya y de la forma que imaginas? Un paso a la vez. Para que un cambio realmente se produzca es necesario dar pequeños pasos que sean firmes y seguros, y sobre todo, que inicialmente nos cuesten el menor esfuerzo posible. Así que póntelo ridículamente fácil y sencillo, tanto, que a tu mente le parezca tan absurdo como para pensar que eso no te supone esfuerzo y sientas la tentación de hacerlo más difícil y/o complicado.
Si es posible, hazlo en las primeras horas del día, ya que es cuando te encontrarás más descansado y tendrás mas tiempo para generar el espacio para hacerlo. Si no puedes, intenta llevarlo a cabo lo antes que puedas. No queremos que el cansancio por dejarlo para el último momento del día o la falta de tiempo sea una excusa que nos impida lograr nuestro objetivo, ¿verdad?
Otro factor a tener en cuenta es que si se trata de un hábito es muy importante que repitas la conducta de la misma manera, ya que si varía cada día, será poco probable que se consolide el hábito.
No planificamos y comenzar con ideas demasiado abstractas
Lograr establecer un hábito o conseguir un objetivo conlleva un proceso, y como todo proceso requiere de unos pasos que poco a poco nos acerquen a nuestro logro. Mentalizarnos de que no es algo que va a ocurrir de la noche a la mañana, ni por arte de magia es algo imprescindible para no generarnos falsas expectativas que después jueguen en nuestra contra.
Si caemos en la tentación de hacerlo, por mucha actitud que tengamos, nos veremos frustrados al comenzar al mirar el lugar del que partimos sin saber cómo llegaremos al que deseamos. Además, por el camino sin duda aparecerán excusas y obstáculos, así que si las pensamos y nos preparamos para ellos en la medida de lo posible, nos lo pondremos más fácil para avanzar.
Para ello lo mejor es planificar este proceso, de nuevo teniendo en cuenta que debe ser lo más fácil y sencillo para nosotros. Uno de los mayores errores que cometemos a la hora de generar un cambio es plantear lo que queremos conseguir de una forma demasiado abstracta. Siguiendo con mi ejemplo del punto anterior, para mí no era lo mismo pensar en “voy a dibujar en mi sketchbook” o “voy a dibujar en mi sketchbook todos los días”, que “voy a dibujar una página de mi sketchbook cada mañana después de desayunar”.
Un buen ejercicio para especificar y planificar nuestros hábitos y/u objetivos es preguntarnos:
- ¿De qué manera podemos dividir nuestro objetivo u hábito a largo plazo, en metas fácilmente alcanzables a corto plazo?
- ¿Cuándo lo vamos a hacer? ¿En qué momento del día? ¿Con qué frecuencia? ¿Durante cuánto tiempo?
- ¿Dónde lo vamos a hacer?
- ¿Cómo lo vamos hacer? ¿Cuál será la acción a llevar a cabo?
- ¿Necesito recursos o medios para hacerlo? ¿Cuáles?
- ¿Qué excusas u obstáculos pueden aparecer que nos dificulten llevar a cabo esta acción? ¿Qué podemos hacer para anticiparnos a ello?
Un factor importante dentro de la planificación es utilizar un estímulo que nos lleve a realizar la acción. Un ejemplo genérico podría ser poner una alarma a modo de recordatorio en el móvil. En la situación de mi ejemplo anterior era tener el sketchbook visible y accesible en mi escritorio.
Falta de motivación y de recompensa
La motivación es un factor esencial para lograr establecer un hábito o conseguir una meta. Hay dos tipos de motivación: intrínseca (motivación que parte de nosotros) y extrínseca (motivación que llega desde algo externo). La motivación intrínseca tiene una mayor fuerza a largo plazo que la extrínseca, por lo que es importante alimentarla. ¿Cómo hacerlo? Una manera es tratando de proponernos objetivos con valores que sean realmente importantes y signifiquen algo para nosotros. Por ejemplo, en mi caso una de mis metas es poder vivir de mis creaciones siendo freelance ya que valoro mucho el arte, la autoexpresión y la libertad (en todos los sentidos). Esta meta se consolida sobre estos valores que tan importantes son para mí. En realidad, aunque mi meta sea poder vivir de mis creaciones, lo que realmente busco conseguir es hacer arte, expresarme y ser y sentirme libre. Mi meta es la forma mediante la que consigo traer esos valores, que tan significativos son para mí, a mi vida.
Al comenzar, antes de pasar a la acción, nos sentimos muy motivados ante la idea de lo que podemos lograr. A pesar de que a largo plazo si nos supondrá un beneficio o una ventaja, cuando nos ponemos a ello y nos enfrentamos al esfuerzo que supone nos encontramos con que no nos suele aportar ninguna gratificación instantánea, por lo que asociar con anticipación una recompensa se convierte en algo necesario. El refuerzo positivo es fundamental durante el proceso de lograr un objetivo o establecer un hábito, ya que aumenta nuestra motivación y la probabilidad de mantener esta nueva conducta en el tiempo. Al elegir nuestra recompensa debemos tener en cuenta que:
- Sea proporcional. Ni demasiada, ni muy poca. Lo justo y necesario para que te ayude a mantenerte motivado con la acción que estás llevando a cabo.
- Esté alineado con tus objetivos. Busca recompensas que no echen por tierra tu esfuerzo. Por ejemplo: Si mi objetivo es dejar de comparar mis creaciones con las de otros artistas, quizás no sea lo más ingenioso que mi recompensa sea entrar en Instagram para ver las creaciones de otros artistas.
Pese a elegir un objetivo con valores importantes para nosotros, y pese a tener una recompensa que recibiremos tras llevar acabo una determinada acción o conducta, muchas veces nos encontramos ante la situación de “no tener ganas”, y eso nos lleva a no hacer nada mientras esperamos a tener esas ganas que, muy probablemente, nunca lleguen. Lo mejor es tratar de no caer en este autoengaño y enfocarnos en pensar que muchas veces hacemos algo sin ganas y después lo disfrutamos, y esto a su vez nos motiva para tener más ganas de realizarlo la próxima vez. A veces, no se trata de esperar a que llegue la motivación para realizar la acción sino de realizar la acción y ver cómo la motivación surge.
Si hemos especificado bien nuestros objetivos podremos medir nuestro progreso. Observar nuestros progresos a la larga, afectará positivamente a nuestra motivación.
Resistencia a salir de la zona de confort
La zona de confort es aquello que conocemos y que nos guste más o menos, sea bueno o no para nosotros, nos aporta seguridad porque ya sabemos a qué nos enfrentamos y cómo hacerlo.
Cualquier cambio, por pequeño que sea, implica salir de nuestra zona de confort. Esto conlleva siempre una cierta resistencia. Primero por lo que ya hemos comentado antes, porque salir la zona de confort conlleva crear nuevas conexiones neuronales. Y segundo, porque salir de la zona de confort va a hacer que nuestras creencias limitantes, nuestras inseguridades y miedos salgan a la superficie.
Es muy importante que tengamos en cuenta esto de antemano, para no creernos esa historia que nos cuenta nuestra mente. Lo que nos cuenta nos bloquea intentando así protegernos de un posible fracaso y de un escenario desconocido e incierto para nosotros. Con esto aprovecho también para dejar claro que nuestra mente no es nuestra enemiga. Las creencias limitantes, los miedos e inseguridades tienen una función: protegernos. Sin embargo, como personas adultas que somos ahora, tenemos recursos para afrontar más de lo que creemos. Así que cuando esa voz comience a hacerte dudar y a hacerte sentir miedo, simplemente ponla en duda, cuestiónala, y sobre todo apuesta por ti, cree en ti y hazlo a pesar el miedo y de las dudas, porque sólo así podrás comprobar de lo que eres capaz.
Falta de compromiso, disciplina y constancia
Si has leído hasta aquí, ya sabrás el grado de complejidad que implica todo cambio, ya sea para establecer un nuevo hábito o para conseguir una menta. No es un camino fácil, ni rápido. No hay atajos. Sólo hay trabajo. Y este trabajo debemos tomarlo realmente en serio si queremos que el cambio se produzca. La paciencia, el compromiso, la perseverancia y la disciplina son claves para conseguirlo. Esto no significa que tenga que ser una tortura, para nada. Muchas veces estos atributos se relacionan con algo negativo, cuando no tiene que ser para nada así. Nos podemos comprometer con algo, llevar a cabo esa acción cada día, pese a las circunstancias que nos rodeen, y hacerlo de una forma que nos haga sentir bien, que nos guste y que disfrutemos.
Comprometernos con un objetivo o situación no es más que tomar la decisión de implicarnos en profundidad en aquello que es importante para nosotros, y que pese a las dificultades y obstáculos, nos mantengamos ahí, tomando acción, buscando soluciones, rectificando si fuera necesario, pero sin abandonar a la primera de cambio.
Cuando sientas que tu disciplina y compromiso comienza a tambalear recuerda lo que quieres y por qué eso es tan importante para ti.
Abandonar por saltarnos la rutina o un paso
Recordemos que esto es como una carrera de fondo. La clave no es pensar en llegar rápido, sino en llegar. Saltarte un paso o la rutina un día, no es motivo para abandonar. No significa que hayas fracasado. Tampoco implica que no vayas a lograr lo que quieres conseguir. Significa que eres humano, que tienes unas circunstancias y que muchas veces querer no es poder. En vez de entrar en un bucle de culpa, vergüenza, castigo que te lleve a abandonar, enfócate en todo lo que has conseguido hasta ahora, y tómalo como una fuerza motor que te empuje a continuar hacia tu objetivo. Vuelve a centrarte en continuar el siguiente día en ese plan que estás llevando a cabo. Muévete y continua. Manténte fiel a tu compromiso y te prometo que ese pequeño abandono no tendrá la más mínima importancia ni repercusión. “Fallar” nunca debería ser motivo para abandonar.
Ahora, en este punto, hay una cosa que es bastante importante y es no caer en la dejadez, es decir, que el abandono de una vez no se repita de forma consecutiva, ya que empezaremos a entrar en un bucle que jugará en nuestra contra para continuar avanzando y que además echará por tierra gran parte de lo que hemos conseguido hasta ahora, sobre todo a nivel mental y de conducta. Así que pase lo que pase, enfócate en continuar. Si después de un abandono te cuesta continuar, vuelve a ponértelo fácil. Mejor poco e imperfecto que nada. Así de simple.
Nos enfocamos en el qué y nos olvidamos del cómo
Lo que queremos conseguir es importante, pero sin duda tan o más importante debería de ser el cómo lo conseguimos ya que es clave para que lo logremos.
Hacerlo fácil, hacerlo agradable y por qué no, hacerlo disfrutaba. Sea lo que sea que todo eso signifique para cada uno de nosotros. Llévalo a la práctica para que la motivación sea mayor al llevar a cabo tu acción.
Por ejemplo, crear un ambiente que alimente tus sentidos: encender una vela con un olor que sea agradable para ti, tener cerca plantas o incluso comprarte flores y tenerlas en tu mesa de trabajo si te inspira verlas. Pequeños gestos que pueden parecer poco relevantes pueden tener un gran impacto de forma positiva en nosotros a la hora de enfrentarnos a ese cambio que de base tanto nos cuesta.
Seguramente me haya olvidado de otras muchas cosas porque es un tema bastante complejo, pero espero que todos estos puntos y los consejos que te he dado en ellos te ayuden en este nuevo ciclo con esos nuevos hábitos o metas que quieres conseguir!
Un abrazo,
Jessica.